Una vida a cambio de una bandera


Foto Cortesía Casa Editorial EL TIEMPO

El pasado 11 de mayo, en un partido de fútbol jugado en el estadio Nemesio Camacho "El Campín" de Bogotá entre los equipos Independiente Santa Fe (local) y el América de Cali (visitante), un aficionado que hinchaba por el equipo de casa murió.

El encuentro, que en su momento era definitivo para que uno de los dos equipos lograra su clasificación a las finales del torneo colombiano, resultó tan álgido que los ánimos se caldearon.

Al terminar el juego y después de varios errores defensivos de Santa Fe, el América ganó con un marcador de cuatro goles por dos. Los fanáticos se desfogaban entre gritos y los insultos entre "Barras Bravas" inundaban la acústica del máximo escenario deportivo de la capital colombiana.

Aquí, en nuestro país, no estamos exentos a este fenómeno que cada vez se aferra en la cultura del aficionado al fútbol. Sus banderas, para ellos lo más preciado, son un trofeo de guerra. Arrebatar un elemento de estos, volverlo trizas o quemarlo, es decirle a la otra barra que les ganaron.

Y precisamente eso fue lo que sucedió, un hincha local por defender su "trapo" como lo llaman, terminó dando su vida. Otra persona, que favorecía los intereses del América, sacó su navaja y de un solo golpe, seco, a la altura del corazón, introdujo el arma blanca. Se robó la bandera y también la vida de otro ser humano.

Los graves incidentes ocurridos esa noche arrojaron un saldo de 24 heridos.

¿Qué pasa?

Se preguntan aquellas personas que van al estadio a ver jugar y no a pelear, esos que se sientan y toman un refresco. Es solo un juego, no un anfiteatro donde se ve el reflejo de las navajas y cuchillos cortando la piel de otro. Este campo debe ser utilizado para observar el deporte rey, no para desfogar los conflictos sociales que se guardan durante la semana como en el antiguo Coliseo Romano.

El "cocktail" de la muerte

Les describo esto:

1. Una bebida alcohólica acompañada de pastas medicadas para enfermos mentales.

2. Una pipa cuyo contenido es la base de la cocaína, conocida como "bazuco".

3. Unas líneas de cocaína.

4. Y por último un cigarrillo de marihuana.

Todo esto se consume 20 o 30 minutos antes de entrar al partido de turno por parte de los que integran las mal llamadas barras bravas y que son dueñas de un sector del estadio. Allí entran quienes hacen parte de este embriagador grupo o los policías antimotines armados hasta los dientes.

En conclusión, ¿Qué va a suceder con esto? ¿Hasta cuándo? ¿Qué van a hacer las autoridades locales con este problema?

Comentarios

Sangre Rebelde dijo…
Más que la mezcla asesina de los hinchas que entran químicamente alterados al estadio, me preocupa la justicia coja del fútbol colombiano. Una vez se produjeron los hechos, los dirigentes salieron a pedir penas máximas para Santa Fe, pero una vez las aguas se calmaron (en Colombia somos amnésicos a partir del primer día en que una noticia no es titular de El Tiempo), el proceso contra el Santa Fe entró en una maraña y sinsalida de liturgias procedimentales que solo hasta ahora, mucho tiempo después, salen a la luz, obviamente, mucho menos rígidas e intolerantes de lo que los justicieros show habían prometido.
Motta dijo…
que pena con sumerce pero, no todos los barristas son asi, agunos viven de la pasion , del aguante y de la alegria de la tribuna, por eso lo invito a que lo viva y luego si de su opinion
porque es muy facil criticar viendo las cosas desde occidental

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